Inerme
Mi alma está
descalza cuando elegiaco me veo reír. Cómo quisiera soltar una carcajada sin
remilgo. Siquiera sonreír. Dejar que mi alegría sea representada como un
cualquiera. Abrazar con ternura el momento pueril de la no represión. Dejar que
el rostro funcione.
Dentro de
mi vulgaridad, sentir la apoteosis, el resplandor superior de la libertad. Sin
miseria, sin rastros de consecuencias llenas de podredumbre, sin escombros
sobre los cuales entonar himnos de angustia.
Cómo
quisiera sostener el vértigo del cráneo, que mis labios fueran unos promiscuos
e inconscientes se largaran, sin remordimiento.
Si fuera así,
no tendría esa prudencia y sobriedad que residuales me consuelan y fustigan sobre
mi lacrimoso tiempo. Mientras, que la implosión gobierne.
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