El Cilicio
Rodeado de
claroscuros resalta venerado el cilicio, con su cinismo heredado, cantando
himnos a la noche y el deseo infernal por flotar lejos de las sábanas. Se afila
con cada vuelta plañida, se consterna y luego afloja todo el cuerpo, lo libera
en algún paraje borroso y plácido por engañar una vez más. Su encomienda es
producir el delirio, devorando voluntades, colocando anclas de un aparente
infinito sopor.
Por la
mañana tarda en su disipación, se acurruca entre pliegues alegando nostalgia
por el mal sueño. Nada que un litro de cafeína no altere y retorne a la noche insomne.
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