2 de septiembre de 2013

El Cilicio



Rodeado de claroscuros resalta venerado el cilicio, con su cinismo heredado, cantando himnos a la noche y el deseo infernal por flotar lejos de las sábanas. Se afila con cada vuelta plañida, se consterna y luego afloja todo el cuerpo, lo libera en algún paraje borroso y plácido por engañar una vez más. Su encomienda es producir el delirio, devorando voluntades, colocando anclas de un aparente infinito sopor.
Por la mañana tarda en su disipación, se acurruca entre pliegues alegando nostalgia por el mal sueño. Nada que un litro de cafeína no altere y retorne a la noche insomne.

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