3 de enero de 2007

El ropaje que cae




I

Ante el metal, -música de transgresores personajes atípicos a la media-, se ofrece alivio al temperamento enardecido. El temperamento está unido al gusto musical, la somera –valga el término- predestinación del escucha. Es esa tendencia innata la que otorga caminos para poder acoplarse con posterioridad a los ritmos que acompañan a las notas, ya no sus melodías, sino ese matiz de intensidad que las hace camuflarse ante oídos confundidos, que quizá carezcan momentáneamente la posibilidad de percibir la melodía ulteriormente, sin ritmo, aislándola, para luego –una vez escuchado música desnuda- sumárselo alegremente.

Quedan eximidos ante mi neurosis (o escrito fascistodie): las personas que no pueden escuchar ritmos frenéticos, violentos, tribales, sincopados e intrincados, puesto ellos, gozan de un temperamento dócil, quizá callado, o acertado a escuchar bellos adagios, lentas melodías o, quizá, su oído necesite de que el tiempo transcurra lento para poder disfrutar con calma la música. He buscado eximirme a mí mismo pues, al tratar de comprender que, dichos Sujetos del temperamento sosegado, no encontrarán paralelismo en un ritmo acelerado.

Pero es menester saber que realmente gozan de ese temperamento o, que ellos se sepan libres de influencias mercadológicas o necias colectividades, que perturben o hagan creer que la música, es tan sólo–tristemente- un consuetudinario Fondo escueto donde se dibuja la Figura de sus vidas.

Luego, si además, aún de que el ritmo era tranquilo, aquellos escuchas, no soportaban la melodía apaciguada, alegando disonancia, provocación de ansiedad, o mero disgusto. Su estado anímico actual, su tendencia preconsciente a escuchar música que “los alegrara”, no era compatible con lo que escuchaban; pues bien podría ser dicha música: fúnebre, triste, macabra, exótica, extraña, o conteniendo todas sus inexpresiones en la adjetivación universal más recurrente y simple: fea. Simplemente no era necesaria dicha música, no cumplía con la función que supuestamente, “debería” cumplir, la de alegrar los corazones o provocar, sí, tristezas, pero permeadas con letras sentimentaloides -o plagadas de cuasi dichos populares - que provocaran la melancolía más autoconmiserable y aceptable por las masas. Quizá, sean ellos como sentencia Wittgenstein, unos ciegos del significado, personas tal vez que, no pueden entender la riqueza de la ambigüedad de la percepción, del significado múltiple, y que tristemente, no tienen oído musical desarrollado.

En fin, el momento es marcado para que cuando ellos sientan amenaza por otro tipo de música ajena, digan su mayor intelectualización: “en gustos se rompe en géneros”. Dicho esto, se enaltecen por proferir una verdad máxima, inapelable, para luego ver con satisfacción que los demás le condescienden asentando sus cabezas y viendo al otro, que quiso atreverse influenciar banalmente con sus muy particulares gustos, su sosegado espíritu, amoldado, estable, meditado, consolidado; alienado conforme por tanto. Sin embargo, otra vez debo hacer referencia aquí a la posibilidad de que realmente exista dicha alienación, la de la influencia mercadológica y que el “gusto” musical sea mera adaptación a su contexto social. Si no existen tanto para el ritmo y pulso, en conjunto con la melodía -por citar algunos elementos claves en cualquier música- una influencia por el sentido común y la simple adaptabilidad, se puede hablar de que el escucha realmente ha percibido la música como una parte fundamental del espíritu heurístico y que ha hecho caso a su temperamento y, luego ha tenido apertura a nuevas evocaciones o ensoñaciones no importando, lo “extraño” que pueda resultar la experiencia al escuchar nueva música.

Por lo tanto, puedo hablar de que existe otro nivel para ese escucha, un nivel en el que podría, incluso, proferir altivo: “en gusto se rompe en géneros”, puesto ha buscado estremecedora calidad que lo satisfaga individualmente. Opeth puede entrañar a ese escucha ulterior.



II



Opeth, busca escuchas de múltiples temperamentos, que a su vez, busquen ensoñaciones y sentimientos múltiples. Opeth, la flor que nace en el frío, el símbolo que condensa almas.

Hay que aceptar que su condensación como abarcamiento, es limitada. Muy pocos, relativamente, poseen la necesidad catártica del desenfreno, la lujuria en constante gresca con la muerte, la esencia, lo equidistante, la tensión que puede provocar la claridad. La hora cero de las emociones.

Para qué sólo evocar una emoción, o dos, por qué no contrastar las muchas que pueden ser, incluso, en un minúsculo encuentro con lo amado o lo odiado. Por qué la insolencia de lo lacónico, ante la posibilidad de la música. Opeth, en su quinta observación, “El Parque de las Aguas Oscuras”, en el cuarto acto, “El Ropaje Cae”, se enciende la pira donde comulgan: la conmoción del enfrentamiento con el Sí Mismo; la dolorosa honestidad de descubrirse y ver los huesos; la intensidad poética de la incertidumbre; el lamento que significa dolor; el sonido que puede significar lamento; la violencia gutural del monstruo que aunque susurre hace que el corazón se despedace; el frenesí del derrumbe de la gran montaña de la locura; la arrogancia suprema del grito desgarrado ante el delicado cántico; el pecho inflamado por la furia, asesino de patéticas abulias. Y tanto más, que cual universo inasible, empequeñecido desde mi ventana, imagino iluso que existirán en cada espíritu escucha.

Las letras de su música, sin sonido, son despojos, atisbos inconexos, insignias pobres. No aspira a ser poesía –verdad de perogrullo- cada símbolo es impenetrable al estar desnudo musical. El significado proviene de la tempestad de cada armonía, escala, rasgueo; es la percepción del aspecto. Que dancen las imágenes redescubiertas en cada escucha.

Los rasgueos cabalgantes del inicio, traen de inmediato, deslizante por la guitarra, la elegía en nota precisa. Borbotones de desfallecimiento que lo elevan y gritan. Cuando termina la ebullición del sonido, los ecos columpiándose asechan temibles desde las sombras vocales. De súbito, el asecho se disipa, y se asesta un machetazo que reclama, el no desamparo, la guía, aún o tan sólo a través del sufrimiento. Para asentarse otra vez, delicado en los mismos ecos translúcidos, dotados de sinestesia, para que la voz diga algunas preposiciones de la angustia y luego, en lugar de clamar con palabras, nos dé la ambigüedad, la libertad de interpretación: “guíame en el...”, la voz se despoja del lenguaje, de lo preciso, del conocimiento, sólo quiere reflejar la experiencia. Estremecedor.

La vorágine que continúa, blasfema desesperada; es la confusión ante ese misterio, no se puede disfrutar porque puede un misterio no ser hermoso. A pesar de renunciar al pensamiento, el miedo, lo es también, por el no sentir. La furia sin ataduras, el resplandor del temperamento brutal, el poder siniestro devastador de parsimonias. La fuerza que enfrenta al demonio, sin piedad, por ser otro con alas más largas. El macho cabrío transfigurado en dragón.

Y como si se contemplase desde la lejanía una estampida de emociones, por la niebla que combina los fluidos del alma, viene otra vez la elegía en la guitarra, otra vez la efervescencia que clama armónica. Y se desvanece. Quedo turbado creyendo todavía comprender algo, con mis certezas reblandecidas, y mi espíritu desahogado.




The Drapery falls

Please remedy my confusion
And thrust me back to the day…
The silence of your seclusion
Brings night into all you say…

Pull me down again
And guide me into pain

I'm counting nocturnal hours
Drowned visions in haunted sleep…
Faint flickering of you powers
Leaks out to show what you keep…

Pull me down again
And guide me into…

There is failure inside
This test I can't persist
Kept back by enigma
No criterias demanded here
Deadly patterns made my wreath
Prosperous in your ways
Pale ghost in the corner
Pouring a caress on your shoulder

Puzzle by shrewd innocence
Runs a thick tide beneath
Ushered into inner graves
Nails bleeding from the struggle
It is the end for the weak at heart
Always the same
A lullaby for the ones who've lost all
Reeling inside
My gleaming eye in your necklace reflects
Stare of primal regrets
You turn your back and you walk away
Never again

Spiralling to the ground below
Like autumn leaves left in the wake to fade away
Waking up to your sound again
And lapse into the ways of misery.



El ropaje cae


Por favor remedia mi confusión
Y empújame atrás al Día…
El silencio de tu aislamiento
Trae noche en todo lo que dices...

Jálame otra vez hacia abajo
Y guíame en el dolor

Estoy contando las horas nocturnales
Las ahogadas visiones en recurrente dormitación…
El parpadeo débil de tus poderes
Se gotea para mostrar lo que guardas…

Jálame otra vez hacia abajo
Y guíame en el...

Hay un fracaso adentro
Esta prueba no la puedo persistir
Mantenido lejos por el enigma
Ningún criterio aquí exigido
Los modelos mortales hicieron mi corona
Próspero en sus propias maneras
El fantasma pálido en la esquina
Está vertiendo una caricia en su hombro

Confundido por la inocencia sutil
Corre una marea espesa por debajo
Enterrado en las tumbas internas
Uñas que sangran del forcejeo
Es el fin para el débil de corazón
Siempre lo mismo
Un arrullo para los que han perdido todo
Devanando hacia dentro
Mi ojo brillante, en su collar refleja
La mirada fija de pesares primitivos
Te vuelves atrás y te alejas
Nunca más

Levantando espirales con tierra debajo
cual hojas de otoño dejadas en la estela para marchitarse lejos
Despertándose otra vez a su sonido
Y dejarse transcurrir en los caminos de la miseria.


 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nice post, kind of drawn out though. Really good subject matter though.

Anónimo dijo...

Do you even speak English? Seriously, wall of text crits me for 99999k.