17 de octubre de 2006

Ensayo sobre cambio de domicilio

“Sólo no cambian los muertos”
Irvin D. Yalom

Se instaló un nuevo vecino por la madrugada, bajó sus pocas cosas con lenta parsimonia; evitando -según él- hacer el ruido con que me desperté.
La frecuencia con que arriban nuevos vecinos se incrementa y cada vez me parece más cotidiano. Son tantos los edificios departamentales que me circundan, además de los terrenos y fincas antiguas deshabitadas que es común -gracias a la depreciación que sufre la zona- circulen habitantes, que bien pueden durar desde una semana hasta “toda la eternidad” en quedarse. Me gusta pensar ilusamente que son fugitivos, y que el barrio es de refugiados. Bien me puedo imaginar que han cometido crímenes graves o actos que los han desprestigiado y simplemente tuvieron que mudarse de casa. Sé que desde la simple circunstancia de no tener para pagar la renta los puede obligar a buscar una nueva vivienda. También repaso otros factores de poca trascendencia o que no tienen que ver con alguna huída, como pueden ser: la búsqueda de una casa más grande; la molestia de vecinos ruidosos o constantemente ebrios; exceso de goteras y un casero irresponsable (además de un habitante inútil para reparar el techo); la molestia de vivir junto a una calle con exceso vehicular; vecinos con niños molestos; la situación aciaga de un incendio que destruyese el patrimonio; la autorización de algún crédito financiero que permita adquirir una casa, aunado al deseo peculiar de querer vivir precisamente en esta zona; el deseo fútil de querer desnudarse sin que el vecino de a lado pueda observar; o el deseo fútil de que querer desnudarse para que el vecino de a lado pueda observar; alguna casa más espaciosa; o para terminar mi enumeración, el más nimio capricho de mudarse de casa. Ahora que, la huida puede comenzar desde el mismo hecho de no tener para pagar la renta. Y terminar por la muerte misma.

Todos –ilusos- piensan que pueden comenzar otra vida; como si la vida condicionara su renovación, absolutamente al hecho de despertar bajo otro techo. Se les nota en los rostros, cuando al salir por primera vez después de la primera noche, se sienten observados y caminan un tanto inseguros por la acera, al tiempo de que creen respirar nuevos bríos y que bien valió la pena la decisión. Se llenan de adivinaciones acerca de quién vive alrededor. Pero sospechan ante cualquier mirada furtiva. Quisieran, muy en el principio, que se supiera sin necesidad de alarde, su buena voluntada de vecino y que (ya) no provocará conflicto alguno. Quisieran que con sólo sus vibraciones se llenase su nuevo hogar, para marcarlo, así, como el animal que marca su territorio. Desean (algunos lo hacen) colocar letreros para informar que allí viven. Confieso, cuando lo hacen, vivo más tranquilo. Porque a mí, no logran engañarme fácilmente. A lo largo de mi tiempo, he tenido experiencias muy variadas respecto a mis vecinos temporales. Pero la más significativa fue la mía misma. Cuando el destino me empujó hasta este lugar detestable. No quiero contar mis causas, porque ya no estoy seguro de que fueran totalmente mías, además, no me da la gana. Cuando la gente comienza a platicar de sus causas, se desnuda hasta lo indebido, hasta los huesos.
Pero, está bien, las voy a contar, -hace años el doctor me dijo que lo mío se denomina psicastenia, vaya palabritas técnicas, odio los tecnicismos, hacen sentir a los demás ignorantes; la ignorancia debe ser ganada por algo más que no entender esas detestables palabritas- de acuerdo, pero siento que después me voy a arrepentir.

Mi casa era la de a lado. Pero, qué es lo que digo, todavía lo es. Es mi propiedad. Yo no quería moverme, aunque lo quisiera. Mas llegaron ellos en la oscuridad y lo hicieron, me encontraba reposando plácidamente, soñando extrañas quimeras. Fue interrumpido mi acomodo a ese lugar, tanto que he luchado por gozar de un lugar dónde estar tranquilo de una vez por todas, y me enviaron a este nuevo sitio, que por cierto goza de una humedad inquietante. Ahora, este nuevo inquilino invasor que tal vez ilusamente, viva el proceso que he descrito. Qué sueños tendrá en ese, mi espacio. Sin embargo, este nuevo vecino es callado. No hace ruido alguno. Sólo silencio todo el tiempo. Su quietismo, que por cierto es común en el barrio, hace que lo odie aún más.
Hoy en la noche llevaré mis acciones con una estremecedora deliberación. Cuando sienta más profundo su silencio, saldré al andador lleno de flores, y no sé a qué fuerzas invocaré para poder sacarlo. Si es necesaria la violencia, lo haré. Pobre diablo.
Total, recuerdo con placer, hace unos meses, hice una hazaña similar.
Las ansias me matan, aún más, por saber llegado el momento de expulsarlo y si me encuentro benevolente, pudiese, dejarle mi sitio.

Páztcuaro, Mich. México, 2 nov 2006 (Notimex).- Otro cementerio víctima de violadores de tumbas. Se cree una broma macabra. Misteriosamente dos cuerpos fueron encontrados intercambiados de tumba. Las autoridades investigan el suceso.


J. Santiago Silva G. Astrapé N.

1 comentario:

Anónimo dijo...

chale wey yo sin poder meterme y tu escribiendo mucho hahaha me late me late por cierto no abandones el tremolo es lo que me mantiene firme hahaha creo que eso es un albur hahaha saludos