Sobre el Mentir
Hablar sobre la mentira es hacerlo sobre sus efectos, mas no es lo mismo hablar sobre el acto en sí de mentir, es decir, hablar sobre la causa, los elementos –internos y externos- suficientes que propician la conducción hacia la falsedad o la distorsión. Primero tengo que reflexionar acerca de lo auténtico y lo recto; conceptos que pueden entenderse desde un punto de vista ético y absolutista. Ético como necesario, absolutista como neurótico, ya que más que absoluto, podría ser consciente de su natural relatividad o variabilidad, de que todo ser humano puede experimentar una situación fenomenológica particular que lo llevará a elaborar un aparato de la realidad con el cual ponderar lo que le conviene más; y en ese otro concepto: naturaleza subjetiva, es quizá el mayor proveedor de apologías convenencieras para poder expresar distorsiones o dar calidad de apócrifo a lo revelado. Pero, si es un concepto -el de naturaleza subjetiva- inherente al ser humano, cómo escapar a la multiplicidad de impresiones y posteriores expresiones humanas, cómo establecer un estándar colectivo sobre Todo. De la propia colectividad se han sacado inferencias metodológicas para establecer el estándar, a través de la moda estadística, lo que más se repite es lo más aceptado y por lo tanto auténtico, pero se niega a la minoría, se le determina la no existencia por salir fuera de la moda, y de nuevo comienza el conflicto común y retroactivo, ya no de qué sino qué es más auténtico: mi sistema de creencias minoritario–que en este caso me puede llevar a la mentira- o el de los demás -que puede contener más distorsiones- y es más aceptado por la mayoría. La metodología estadística -la cual no precisamente es formal-, no representa el problema sino es la forma: para escapar de ello es conveniente que la colectividad mayoritaria entonces sea más Consciente. En caso contrario la metodología se convierte en tan sólo: reduccionista sentido común. Si se sigue inmerso en este último, y por supuesto hasta la ética se ve afectada.
Ahora parto entonces de: ética, autenticidad y rectitud como una actitud Consciente y autocrítica, al momento de revelar, para expresar, influir, modificar. Dentro del contexto más próximo y consecuente: lo consuetudinario. (Otro contexto podría, ser la creación artística, donde se tolera lo apócrifo y hasta la falta de lógica, como sublimación, condensación psíquica o sobrecompensación, los cuales, entre más conscientes más auténticos)
El orden no debería alterar resultados, espero que sea así, porque comencé reflexionado sucintamente por la colectividad y no por mí. Por qué al revelar, distorsiono, cubro, falseo; creo que un buen punto de partida es en el concepto revelar. Qué puedo decir de mí, o qué puedo decir de los demás, hasta dónde soy capaz, además del cómo y cuándo. Como en el chiste (patético), “-sí me sabía todas preguntas-, y por qué no pasaste -porque no me sabía las repuestas-“. Planteo mínimo mis preguntas y, ha sabiendas de que he reprobado porque he mentido. ¿Por qué he pienso y siento lo que no puedo expresar?, ¿por qué lo oculto?, ¿por qué de mi cobardía para enfrentarme primero a mis causas más profundas y ante eso compenso con una supuesta valentía (cinismo) ante las consecuencias?, ¿por qué ceder ante la presión externa para no decir la verdad?, y ¿por qué pienso que aparentemente quien miente ante una situación dada, ha salido más avante por mentir “oportunamente”?
Trato de responderlas ilusamente con prontitud, y me descubro en relámpagos de catatonia.
El Miedo, es el origen a muchas de mis respuestas, incluso lo percibo al momento de escribir esto, su influencia es fuerte. Comienzan a fabricarse los artificios necesarios para encubrir. Se crean y se destruyen al instante brechas. Se buscan alternativas supuestas, que sólo son evasiones fortuitas, banales. Sí, tengo miedo, poco o mucho pero lo tengo. Y sí, es permisible la elucubración, pero sólo la interna, el traslado a letras reveladoras es el trecho que tuerce.
Después el Orgullo, aparece como defensor de la imagen externa. El no ser vulnerable ante nadie. Cubriendo a otro personaje: la Vergüenza. Decía Sartre parafraseando a Descartes, me avergüenzo luego existo. Entonces tengo miedo a realmente Ser, por pudor, por mostrar más de lo que no puedo entender todavía. Me hace falta más autoaceptación.
Ante la cobardía, están mis estados de abulia, mi dependencia, necesito más voluntad inquebrantable, constante. Una estrategia: enfrentar el instante, no obsesionarme por encontrar banalmente “todas” las posibles consecuencias.
Ante pensar que “el que no tranza no avanza” es un prejuicio, y visión miope. El que tranza, el que engaña, no ve a los demás, es un egoísta indolente. Debo mantenerme firme ante esa tendencia que presiona, como me gusta citar a Nietzsche, el que lucha con bestias, se observa en el proceso de convertirse en una, o dicho más popularmente, el que con lobos anda a aullar se enseña, y yo hace poco, ya estaba aullando cuando antes decía la verdad aún sabiendas que no iba a tener buenos efectos ante mis autoridades. Rescato esa actitud, y la acompaño de prudencia valentía que aplaste al que quiera corromper. Ahora estas son las respuestas que puedo dar.
Pero luego está: Mentir por piedad. Los motivos son otros, pueden ser más altruistas, por lo mismo en ese instante no somos en nada dueños del nivel de aceptación ante la verdad. A quien se le da la mentira es porque supuestamente creemos que no aceptará la verdad, que le hará daño, y entonces nos pone en un predicamento, defender la verdad y creer que siempre causará efectos positivos, o maquillar para no causar sufrimiento. Y otra vez aparece el valor ante el dolor, la evasión, pero ya no nuestra si no vista en los demás, cómo saber exactamente que el otro la va a aceptar. No se puede, sólo está nuestra apreciación subjetiva, que está influida en ese instante por virtudes y valores que nos dirán qué hacer, y a mí, ante esa situación en dicotomía, creo que es mejor la verdad, no como acto de crueldad ni doloso, sino como un acto de consciencia que conllevará el saber dar o buscar alternativas en conjunto a quien se le da la verdad más próxima. Es decir sí, te digo la verdad, pero no te dejo solo con ella, ante su posible terror, sigo contigo porque soy sensible de su poder. Sin embargo, el costo de la verdad es tan grande, que hay que saber muy bien ponderar si es necesario conocerla, "la curiosidad mató al gato...". En fin.
J. Santiago S. Astrapé N.
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