15 de septiembre de 2006

Acerca del Deseo de Control

Bajarme del tren de vida, del tren de lo incosciente, resulta un extraño deja vu, por tantas veces que he intentado desasirme de la enajenación rutinaria, materialista y dogmática, y sin embargo continúo arriba del tren. El estrés parece ser tiene formas misteriosas de manifestarse, y ese misterio es derivado del grado incosciente en que se ha perpetrado. Hace tiempo encontré la paradójica definición de estrés: estado de descontrol. Tiene sentido paradójico: el no control es estrés, sólo cuando se tiene todo bajo control no existe, pero la búsqueda del control es sempiterna por lo tanto causante del mismo estrés. Entonces, pareciese ser como diría Schopenhauer (reflejando su clara influencia budista) relativo a las necesidades como causantes de la infelicidad al verse frustradas por su insatisfacción, es mejor no desear nada, eliminar el deseo, para así alcanzar la ataraxia, por lo tanto liberarse del apego. Transpuesto el deseo en: necesidad de control, por lo consiguiente causante del estrés; es preciso eliminar el deseo por el control. Renunciar al control, pero qué tipo de control, ¿al externo o al interno?

(Esto se vincula a la película de “¿Y tú qué “#%& sabes?”, podemos controlar lo interno y quizá lo externo. Digo “quizá” puesto que existe el poder inexorable de lo exterior: fuerza caótica natural. Por lo tanto después de reflexionar acerca de qué tanto podemos entender la realidad, al grado de quererla controlar porque nosotros “la determinamos”, puedo decir que estamos capacitados para determinar nuestra realidad más próxima, nuestro aparato psíquico o al menos comprenderlo gradualmente; pero es menester respetar lo que no podemos controlar: todo lo externo a nosotros. Quizá parte de la sabiduría radica en ello, saber que podemos determinar, y qué no podemos, y por lo tanto qué respetar. En la cinta se menciona que podemos influir en el exterior. Estoy de acuerdo en parte, lo hacemos tal como el efecto mariposa de la Teoría del Caos, aleteamos y desencadenamos una serie de efectos que pueden causar una catástrofe. En ese aleteo es donde debemos de ser conscientes e intentar ser vastos en nuestra compresión de efectos. Ser capaces de ver hasta dónde pueden llegar nuestros efectos. Ahora, en lo que acotaría respecto a nuestra influencia exterior, sería definitivamente (en proporción a nuestra soberbia antropocentrista) que hay sucesos externos que sobrepasan nuestro poder de control de forma fatal, mencionarlos incluso resulta chocante y casi todo se deriva de las catástrofes naturales, digo chocantes porque inmediatamente se podría pensar que es una verdad de perogrullo, es que es una obviedad, una digresión. Entonces la postura del ser humano en el universo sería una digresión, sería olvidar a que somos ínfima parte del cosmos, del Diseño. Al ser tan pequeños e insignificantes dentro del universo, y nuestra finitud reducida ridículamente a vidas de 100 años promedio, creemos que en ese lapso, los eventos naturales, los cósmicos, jamás nos afectarán y por lo tanto poco probables de que sucedan, pero oh desgracia, los eventos más cercanos sí nos alcanzan, terremotos, huracanes, enfermedades, y es cuando descubrimos que nada podemos hacer, que nuestra soberbia fue inútil, un simple mecanismo de defensa, que siempre ha estado presente de forma colectiva el Tánatos recordándonos el regreso al caos. La humildad me debe traer la consciencia de saberme parte de ese Diseño, que contribuyo, y posiblemente redistribuyo los elementos ya dados; pero estoy sujeto a su fatalidad Enorme, a una voluntad inconmensurable de sucesos cósmicos, por lo tanto, es preciso valorar mi pequeño lapso de vida, exultando mi capacidad de Ser, de poder Sí decidir dentro del sistema humano. Dejando de lado lo que llaman los psicólogos sociales, todo error de atribución.)

Y Si renuncio, estaré abandonado la búsqueda de logro; quiere decir que ¿esta búsqueda está ligada al estrés?
La respuesta es afirmativa, la condición de obtener algo satisfactorio espiritualmente para mí, es padecer estrés, puesto que si no lo vivencio, no ha sido meritorio. Entonces, es el estrés factor de logro, factor dañino, y definitivamente un factor que debe desaparecer. Pero ese deseo de logro, al fin de cuentas también es el deseo del que habla Schopenhauer, cuando no lo logro obtener viene la frustración, por lo tanto la infelicidad; si lo logro viene la felicidad condicionada, efímera, duradera mientras no anhele. ¿Eliminar el estrés o el deseo?, si los dos son biunívocos.
Esta aquí la clave, la aceptación, el enfrentar el dolor como parte natural del proceso de aprendizaje. No el conformismo, sino la aceptación. El saber nuestros alcances sin desear banalmente. Pero antes de ello, hay explorar verdaderamente nuestros límites. Si se renunciara incluso antes de la exploración, como dicen los santos budistas, probablemente se tendría un sublime sentido de frustración por la no acción, por la posibilidad. Dónde quedarían los grandes maestros del arte, los grandes pensadores, los grandes revolucionarios, o quizá, su obra no debió ser. Quién lo sabe con exactitud, dice Saramago que si el hombre supiese con exactitud las consecuencias de todos sus actos, jamás se movería un milímetro; ¿es ésta la ataraxia? ¿es porque se tiene la sabiduría suficiente para saber que es mejor permanecer impasible, sin deseo alguno?

Renuncio al estrés, como factor enfermizo de logro, permanezco en la búsqueda de mis límites para después aceptarlos y por lo consiguiente no me genere frustración. Me reconozco efímero y parte del Diseño, capaz de trasformar mis actos en algo trascendente a mí, capaz de poder redescubrir constantemente la vida. No estaré buscando otro amo como decía Lacan, sino responsabilidad. Mi padre dice, que hay que saber andar en fuego y no quemarse; analógicamente puedo decir que debo saber andar en tren y no marearme, ya que no me puedo (quiero) bajar ahora de un tren que desgraciadamente conduce el sistema, el odiado amo; pero estoy estudiando y siendo sensible de su estructura para el día menos pensado dar un buen salto fuera y que me valga poco el fregadazo, al menos ya estoy siendo consciente de que voy arriba, pero no basta.

J. Santiago S. Astrapé N.

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