8 de diciembre de 2009

Un cuento

Hace tiempo en una clase me pidieron hiciera un cuento, y salió esto, nada original por cierto. Por entonces leía el mundo de Sofía. En fin.


Uno de los tres puerquitos se descubrió un día ante la certeza de ser un personaje de cuento. Siempre lo había sospechado, más cuando su casa se rehacía cada vez con frecuencia mayor. El cerdito había experimentado lo que los psiquiatras paranormales denominan deja vu en bastantes ocasiones, las suficientes como para iniciar una demencia porcina. Los mismos senderos, la misma sensación de miedo y terror ante el licántropo; porque él sabía que el atemorizante lobo, fue una vez, un terrible leñador de otra historia. Sabía que los confines de su mundillo, transformaban a los personajes en otros, pues el demiurgo era el mismo. Esa mente tenía sustancias que se mezclaban como fórmulas alquimistas. La pregunta más razonable y primera es, ¿cómo obtuvo este conocimiento el puerquito?, ¿cómo se dio cuenta de la forma de su existencia? ¿Fueron acaso las setas que encontró aquella noche? La consciencia que ahora le ahogaba era otra. Al tener en su cuerpo el elixir de la lucidez, se dio cuenta, de que su aspecto cambiaba, que el bosque habitado lo hacía también. Incluso, nunca envejecía y su vida siempre era un recuerdo de esporádicas ocasiones.

Despertó, es cierto; pero de nada le valió. Pues su voluntad era atada a la escritura de un dios. Un día, después de meditar, se dio cuenta aún más de su ridículo papel sempiterno, invariable y cansado mil veces, más por descubrirse personaje. Decidió anunciarlo a los demás amigos, incluso, al odiado enemigo.

Lo supieron todos. Confabularon para errar la historia. Lo hicieron con el embargo de una sensación de vértigo. Sólo así, en conjunto lograron romper la atrofia de su voluntad individual; que al fin, era la colectiva.

Al día siguiente -con fatalidad oscura- descubrieron sus cuerpos al principio del mismo cuento. Lo volvieron a retar, y surtió el mismo efecto. Al día siguiente ocurrió lo mismo. Todas las Mañana tenían que cambiar el curso de la pesada mano divina. Hasta que ya no lo tuvieron que hacer. Cansados descubrieron que podían separar sus actos de sus pensamientos y así poder vivir alternamente.

Una noche cualquiera se arrojaba como hoja negra y sobre ella rezaba “Variaciones metafísicas de los tres cochinitos”.

2 comentarios:

Zu dijo...

:O
Es como la Matrix, Ta re bueno.
Oye cuando lei el titulo "cuento", pense fusilarmelo para contarselo a mis hijas, pero pos no, por lo menos no aun.
Abrazotote¡¡

Astrapé Núctes dijo...

Aaaah mi estimada, je sí la onda era matricial ja.
Sabes el próximo post será de unos cuentos, "asegún" que hice pa un niño en primaria, a ver si te sirven je.