7 de diciembre de 2009

Cuando comienzo a callarme

Oscuridad y mesticia llegan disimuladas. Hundimiento en la dureza que se maquina. Soy el hombre que se calla. El que decide alejarse hacia dentro, donde no hay nada conocido salvo ignotas represiones. No me callo por no tener que decir nada, sino porque la capacidad de decirlo es tan onerosa. Al callarme me comienzo a quedar solo conmigo mismo, en una paradójica soledad compartida. Con tantos más deambulo.

Por fuera, siempre por fuera, cualquier sentimiento de agobio, se ahoga en el disimulo de la frase trivial, adaptativa. Luego, dentro, tan dentro, se forma un sucio constreñimiento, lleno de rugidos de angustia y pericias camaleónicas. Sin embargo, todo esto sucede esporádico. Se abre la puerta a este abismo cada vez que decido callarme. Se cierra y creo que todo se va, se olvida y no pasa nada.

Quizá luego algún afortunado momento de alegría vendrá y sepultará con furia todo sentimiento cancerígeno, ojala siempre bastara para dejarlo así. Ojala bastaran olas inmensas de ira oportuna. Ojala con los impulsos se pudiera redimir tantas pieles replegadas bajo los ojos del desvelo ansioso. Los días presurosos donde se está pensando en todos, y se sigue un sendero seguro hacia la demencia del continuo. Mejor no existieran esos velos y mi carne soportara cotidianamente su consistencia en el más preciado y estoico resplandor.


Fragmento portada Arjen Lucassen Guilty Machine

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