18 de diciembre de 2008

Inconsciente

Ayer desperté con una singular tristeza. Luego al meditar dentro de un gran ideal ajeno, fue tomando cada vez más forma. Me sentí solo. Pero era una soledad magnífica, auténtica y vasta, muy vasta; por lo tanto inalcanzable para abrazarse a sí misma. Aún de que reconocía que existen personas que me aman, neciamente lo seguía sintiendo. Entonces quizá entendí, que era en cierta categoría que operaba ese tipo de tristeza. Era una dimensión no cubierta. Una necesidad vacua y cada vez más oscura.

Desde hacía días se venía gestando, caminaba como reptil o más bien dicho, reptaba desde no sé qué horizontes ignotos, por lo tanto más odiados.

La quietud era lo que maceraba ese sentimiento sin lugar a dudas. Había callado por tanto tiempo, pero por tener que decir tantas cosas, con un grado de desbocamiento excelso. Las ideas se imbricaban sin orden alguno. Para luego ser revueltas aún más por mis turbios sentimientos.

La muerte ha sido un principal tema a debatir internamente. El dolor me ha acercado tanto a observar su tez. He tratado de mirar con toda la sabiduría que pudiera anhelar, sin embargo tengo miedo. Angustia por tanto, o miedo a no ser.

No quisiera que sufriera nadie por mí, no es justo. Derivado de ese pensamiento, quisiera de pronto ilusamente poner un anuncio con ubicuidad que les dijera a todos los que hice sufrir: perdón, pero luego de examinar mis recovecos que guardan hipocresía, diría más bien, a todos los que he amado.

Qué secretos corren salvajes en mí, qué agonías de vestigios supuran fuerza. La calma de este día asecha con voluntades ajenas. Los nervios no quieren ser devastados, pero son unos ciegos, unos ambulantes rasgados llenos de cuchillas en sus piernas. Dónde terminará esta víspera borrosa del desfallecer.

En efecto la muerte, es el camino hacia la veneración, hacia el asombro, hacia el respeto, hacia la humildad. Saber que no somos sempiternos, que somos pasajeros, y por lo tanto más valiosos. El descubrirse, el ubicarse en el tiempo. Tal vez sí sea un axioma de la necedad, el decir que conocemos por negatividad, entonces la muerte es el gran espejo de la vida. La vida será más cognoscible que el conocimiento mismo. Es necesario apartarse de esta lumbre que me hipnotiza.

1 comentario:

Zu dijo...

Ante una entrada asi, ¿que comentar?

Te quiero muchote.

Un abrazo.