20 de abril de 2010

Selene


Son las cuatro de la mañana. Ya no me importa tu cuerpo ni tu cara. Las piedras de la calle parecen tener más significado y complejidad, sus patrones casi ordenados bajo la luz sinuosa del halógeno revelan más soluciones, que tus hombros yéndose hacia atrás, cuando llegamos juntos a tu inconsciencia ansiada.

Ya casi olvido -salvo por este afán de decirme las cosas en voz baja- tus cortinas rosadas con tantos pliegues vulgares, y tu diamantina regada peligrosamente en tus nalgas. No debería llorar cuando fumo; le dejo al viento más fumadas, más estremecimientos. Ni siquiera tu cuello tan largo se quiere quedar entre tanta polvareda de estos confines tan arbolados y úricos. Mejor camino un rato a ciegas, sintiendo retumbar más fuerte mis pasos y apretando los dientes para expiar tu alocada risa, tu insoportable perfume. Mientras, otro cigarro resuelto en la nada.

Un gato en celo me espanta antes de toparme con más olvidos. Es tan difícil fingir que te escucho cuando la arrogancia te embriaga, quisiera encontrar la forma en la cual revelarte que tu envidia y tu fatua magia, siempre lanzan destellos cuando hablas. Pero, igual ni eres tú. Quizá, son sólo rescoldos de discursos pueriles impregnados, o retratos escurriendo plata, de anhelos, o burlas estridentes que te marcaron y quieres aplacarlas.
Aún así, te estimulo expectante cuando tu caída entre sábanas. Venero tu aire babilónico, te invento una profundidad quimérica, dejo me habites cual consternación gnoseológica. Me haces contradecirme en el vértigo de esta calle desierta. Me sigues importando, o tal vez, lo que me importa ha perdido clase. Toco a tu puerta, me recibes, te abrazo entrañablemente y dejo de surcar mis meditabundos pasos, para ser jalado por tu gravedad, en la madrugada.


PodCast


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es presisamente lo que muchas personas desean escuchar, lo que me importa ha perdido clase.
EMM

Anónimo dijo...
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