El Fango
Mi vista permanece fija. Me atraviesa un sofocamiento progresivo, dentro de un plástico que emula el movimiento. El mesmerismo sobre las luces que se filtran al autobús, dejan de hacer su efecto. Horas y horas de permanecer con el cerebro en espera y, repentinamente esas horas se quiebran sobre mi frente con disonantes olas de sudor frío y se produce más punzante oscuridad. Una minuciosa consciencia de mi estatismo, me atosiga y comienza a hacerme temblar. De abajo, una fuerza emocional me jala y me inyecta más desamparo. No sé si sea temporal. Mi cuerpo fue entrenado para soportar y ahora, por qué es tan débil ante una invisible gravedad. Quisiera estar acostado con paredes familiares.
Los ruidos filtrados por todos lados, han traspasado el umbral y me mortifican cual coro de ánimas cacofónicas. Tantas cosas por hacer, y yo prendido voluntario en un asiento ardiente que apesta a humanidad. Sentado mientras la vida se sucede violenta. Abúlico por contrato.
Tantas cosas que no puedo hacer y anhelo tuvieran respuesta tan fácil como pararme y escapar de este camino oneroso cual sermón de cura necio. El calor irracional que trepa hormigueante por mis miembros me deja por momentos sin respirar. No me tolero, no estoy de acuerdo, por fin, con alguna de mis convicciones. Los demás, con su poder de adaptación me son asquerosos. Me presionan aún más a querer salir por los ojos. Una mujer ronca cerca de mí.
De pronto un sueño lleno de agua fangosa, me hace abrir los ojos con profunda desesperación. Vividamente sentí entrar el agua por mi nariz, la cual, trataba de arrancarme para ver si por el hueso obtenía aire. Huyo del agua, de la asfixia, de mi asiento, de la parsimonia. Aún despertando la angustia me carcome. Pido con gritos me dejen bajar, donde sea, cómo sea, necesito salir.
Una sensación de libertad me consume, mientras choco en la noche contra arbustos espinosos y desangro levemente mi ansiedad.
Corro frenético contra el horizonte titilante, los cerros perturbadores observan mi extravío. Grito desgarrado entre las penumbras, por cada eco, mi alma va adquiriendo sosiego. Por un instante desaparecen mis frustraciones escondidas, mis dolores añejos tan callados, mis cicatrices resplandecen y florece entre el frío de la noche, la empatía con quién he amado.
Otra vez despierto, otra vez el agua y el fango. No sé dónde estoy, y antes tampoco. Necesito me ayuden, algún mensaje servirá. Todo lo comprendo ahora. Esta vez, me entrego tranquilo, ante la extraña calma.
Descanse en paz Andrés Alejandro Palomeque González, Abismo Negro.
4 comentarios:
La desesperación, la ansiedad reprimida, el sentimiento de ahogamiento, vaya, todo eso es aplicable a el, a ti, a mi y a tantos mas.
Dan ganas de gritar.
la mera Net@ yo uso el fango pA rEvolCARme y ese ñor seguro es bien sabe como por eso le pasO eso que dicenq ue le pAso
Definitivamente: lo exorcizaste! y de paso a la noche...al agua purificadora... a la calma.
mmm... aquí fueron bien nacos. Dijeron que mejor se fue a morir solo al monte como los animales.
Saludos.
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